sábado, 8 de febrero de 2025

EDUCATIVAS Y CULTURALES

RELATO DE VILLA DEVOTO


EL PIBE BOTELLA


Escribe: NORBERTO MALAGUTTI
Secretario de la Junta de Estudios Históricos de Villa Devoto. Vecino.





Alguien con certeza bautizó a Gardelito, el “Pibe Botella”, aunque no fuera un pibe, sus más de cuarenta años lo desmentían, era un adulto, si, pero su mente conservaba todo ese espíritu de la ingenuidad que suele caracterizar a los púberes.

¿Porque Pibe botella?, evidentemente por su particular silueta, curiosamente su cuerpo tenía una forma parecida a esas viejas botellas de leche pasteurizada, ancho abajo, adelgazándose hacia arriba y coronada con una pequeña cabeza.

Gardelito, alguien lo bautizó así, creo que era bastante acertado y descriptivo, cantaba, siempre cantaba, pero bajito, como para adentro.

Como todo supuesto pibe, era imprevisible, podía de pronto encontrárselo apoyado en la baranda de madera de la avenida General Paz, observando los interminables partidos de fútbol en la famosa paleta central de la General Paz próxima a la avenida San Martin.

También era común que apareciera con una oportunidad certera para estar dispuesto a ofrecerse para ayudar a todo el mundo, asistir a una señora mayor para cargar las pesadas bolsas repletas de frutas y verduras que trajera de la feria de Franco.

O ayudar a subir o bajar muebles, mercaderías en alguna casa o negocio, eso sí, no aceptaba propina, el dinero para él carecía de todo valor, era una cosa abstracta, en cambio le encantaba que le regalaran un pan.

Una tarde cuando preparamos la lista de dadores de sangre para Jorge, fue uno de los levanto la mano.

Vivía consumiendo pan, era para él una golosina imprescindible, seguramente solo reemplazable por los caramelos de leche.

Nadie se le burlaba, era tan pacifico, bonachón que hasta los más picaros se sentían inhibidos de molestarlo o agraviarlo.

Le agradaba ser partícipe de las charlas en las reuniones de los muchachos, atento a oír las discusiones de futbol, los planes del fin de semana, se acercaba a escuchar silenciosamente las pláticas, nunca opinaba, creíamos que Gardelito poco podía entender, eso pensábamos al menos.

Se divertía viendo jugar a los niños a la bolita o a las figuritas.

Rara vez estaba ausente por las tardes en la salida de los niños de la escuela República de Venezuela, esperando el saludo de los púberes, evidentemente le resultaba tan gratificante...

¿Se habrá preguntado alguna vez, porque nunca fue alumno de esa escuela?

Si no tenía ninguna tarea, se sentaba en la vereda de su casa, directamente sobre las baldosas, respondiendo todos los saludos, aún de aquellos que no lo hicieran, eso sí al anochecer se encerraba en su pieza de esa vieja casa de la calle Bazurco, pues tenía un gran temor a la oscuridad.

Así pasaban para él todos los días, reposando, escuchando, o ayudando a cualquiera que pidiera su auxilio.

¿Cómo lo lograba?, no sé, pero siempre tenía un pan, en aquellos grandes bolsillos de su mameluco azul, que le daba pinta de mecánico.

Era parte del paisaje, del hacer cotidiano, por eso su brusca ausencia fue algo muy triste para todos aquellos que le habíamos tomado un particular afecto.

Ninguna tarde más vimos a Gardelito como siempre sentado en la vereda, canturriando algún tema poco entendible, con su infaltable pan, siempre dispuesto a prestar su colaboración, exhibiendo una dibujada sonrisa bastante enigmática que nos hiciera sospechar si en realidad era más inteligente que todos nosotros.

¿No sería un gran simulador?.

Gardelito para nosotros era algo parecido a la esquina, un punto de encuentro.

Por medio del comentario de un familiar, nos enteramos que la noche anterior había tenido un ataque de furia.

Gloria, una vecina, contó que lo había visto irse con un bolsito pequeño acompañado por tres enfermeros vestidos de gris, que lo subieron a una camioneta blanca, no tenía pan en sus manos, pero sin embargo tuvo tiempo de mostrarle a Gloria su última sonrisa.

Desapareció para todos definitivamente el Pibe Botella, nunca más supimos de él, suponemos que lo deben haber internado, porque seguramente era un individuo inadecuado para esta sociedad con su extraño comportamiento.

No cabe duda, el diagnóstico de Gardelito debía ser muy grave, seguramente estaría completamente loco.

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