RELATO FANTÁSTICO SOBRE LA CASA BEIRÓ
ME HAN OLVIDADO
Escribe: NORBERTO MALAGUTI
Secretario general de la Junta de Estudios Históricos de Villa Devoto. Vecino.
Producto de un inmanejable hábito, no pude más que asociar un hecho, ya que en unos días, asumirán, nuevas autoridades en nuestro país [diciembre de 2023], y en ese habitual delirio, recordé a un prestigioso y querido vecino, que debía asumir la vicepresidencia de la Nación en 1928 acompañando a Don Hipólito Irigoyen.
Ese querido vecino, no era otro que el doctor Francisco Beiró, que fallecía el 22 de julio, pocos meses antes de su asunción. Traía a mi memoria, por recuerdos y testimonios de viejos vecinos, que fuera velado en su propia residencia, en la esquina de Cantilo y Marcos Paz.
Me trasmitían también que el pueblo devotense acompañó a pie, durante veinte cuadras sus restos, en gratitud a un vecino al que solían verlo caminar solo hasta la estación del ferrocarril, cruzando saludos o comentarios. Al que tanto le debían por su interés por el mejoramiento del barrio, por su trayectoria en la presidencia de Consejo Escolar, y su amor a los niños.
Estos recuerdos, aunque no sé la razón, me obliga a contarles una infidencia que tiene que ver con esa cuestión.
Hace unos pocos meses, suena la campañilla de mi teléfono de línea y recibo un llamado muy sugestivo, que tratare de reflejar lo más fiel posible.
- Hola.
- Hola hablo con Norberto, el presidente de la Junta de Historia?.
- Sí
- Mire, yo ya he hablado muchas veces con Usted, y reconozco todo lo que han hecho para proteger la propiedad del doctor Beiró, pero en esta oportunidad quiero contarle algo que me ha impresionado mucho.
- Dígame, ¿Quién me habla?
- Perdone, hemos hablado muchas veces de las ocupaciones indebidas, del deterioro que sufrió, siempre encontré en la institución un gran respaldo, pero no quiero en este caso, por lo que le voy a contar, darle mi nombre, y si me reconoce, no lo tome en cuenta.
- Bueno, me preocupa mucho, ¿Están demoliendo la residencia?
- No! No!. Pero no puedo callarlo. Mire Norberto, hace ya un tiempo, cerca de un año atrás, me ocurrió lo siguiente, volvía de noche de mi modista y como vivo muy cerca de la residencia, noté que una luz interior, media celestona, parecía moverse dentro de la propiedad. Me enfurecí me acerqué, y grité, váyanse de ahí, vagos intrusos, que los voy a denunciar, cosa que había ocurrido otras veces, insistí con mis amenazas, pero de pronto esa lucecita se iba extinguido y una voz, con cierto tono de grito apagado pronunció unas dos o tres palabras.
- Siga, siga por favor...
- Le pido que tome esto en serio...
- Por supuesto, me tiene intrigado.
- Bueno, pero viendo la residencia en ruinas, me di cuenta que ya todo estaba perdido y retomé el camino a mi hogar. Qué significaban esas palabras que escuché, no había podido entenderlas bien, en fin, todo quedo ahí. Como la rutina cotidiana nos conduce por caminos inevitables, quedó momentáneamente en el olvido.
- Señora, la estoy tomando muy en serio, sabe bien que para nosotros son importantes los testimonios vecinales...
Y sabiendo que cuando me largo a hablar del barrio no me paran, me cortó y prosiguió...
- Sígame, porque ahora se va a sorprender mucho más, pero espero que tome todo esto con respeto.
- Por supuesto.
- Una amiga, también vecina y muchas veces compinche por la defensa de esa residencia, me contó algo muy sorprendente. Le ocurrió también de noche, y le voy a hacer una síntesis, porque con todo respeto ella es demasiado locuaz e ilustrativa.
Bien, me cuenta que estaba por cruzar Cantilo, contemplaba la residencia absolutamente destruida y la rabia le encendía el alma, todo oscuro, silencioso, pero cuando esperó que pasara una de esas camionetas rurales, con focos intensos, ocurrió que iluminó la residencia que brillaba con total plenitud, desnudando su espantoso deterioro.
Bueno usted dirá, algo normal, y con razón, pero continuó, la camioneta siguió con su recorrido, y Lu…, casi se me escapa, haga de cuenta que no he dicho nada.
- Por supuesto.
- La residencia, en su interior, aún seguía iluminada tenuemente. Como es más loca que yo, se acercó a la alambrada de la misma, y empezó a gritarles que se fueran de allí, “intrusos”, “vagos”, adornada de algunas gruesas palabrotas. Después, de desgañitarse, vio que esa luz abarcaba todos sus ambientes. Al asociarla a lo que me había ocurrido, empecé a hacerle preguntas. Ella, me relató que no titilaba, por ello no podía ser de una vela, y la propiedad no tiene corriente eléctrica. Tenía una tonalidad azul claro, y se percibía en toda la residencia.
Me sentía atrapado por el relato... Continuó el relato diciéndome:
- Se fue, pero la propiedad seguía iluminada. Otra vez intrusada, se dijo a si misma, rumiando bronca. Pero al contármelo, me animé a relatarle lo que me había ocurrido unos meses antes, y ambas sentimos que nos invadía un profundo escalofrío.
Pelando papas, mire lo que le digo, esperando el colectivo, en todo momento, no pude de dejar de pensar en todo eso, y empecé a tratar de descifrar las palabras que aquella noche escuche. Y hace unos días, encontré la respuesta, por eso lo llamo.
Tómelo como quiera, perdóneme, necesitaba contárselo a alguien, que se sabe escuchar.
- Bueno gracias, a nosotros nos ayuda mucho. ¿Qué es lo que Usted escuchó?
- Hoy lo tengo patente, escuché: ME HAN OLVIDADO
Fuente: Barriada.
Naci y creci viendo esa casa de 13 años la empeze a frecuentar con amigos y los dos Hijos de Beiro Angel Francisco y Marcelo Beiro que hagan un Museo por Favor fa
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