jueves, 19 de diciembre de 2024

EDITORIALES

NOTA DE TAPA


"IMAGINARNOS UN DESTINO COMÚN..."


Escribe: Lic. MÓNICA RODRÍGUEZ. Dirección


Días pasados me impactó una frase de Lucrecia Martel. La directora, guionista y productora cinematográfica dio una clase magistral en el Primer Festival Internacional de Cine de la UBA -realizado entre el 16 y 22 de octubre de 2024- y esta casa de altos estudios le entregó el título Honoris Causa.

A propósito de ese acontecimiento un medio periodístico la entrevistó y a lo largo de una profunda charla, Martel esbozó lo que para ella es una de las causas de la realidad que nos toca vivir en Argentina. Ella dijo: “pienso que en este país fracasó mucho más la cultura que la economía. Pienso que la economía es un reflejo. Es un síntoma del fracaso cultural. Y que el fracaso cultural es que no fuimos capaces -y me siento absolutamente parte de eso- de imaginarnos un destino común.”

Cuando leí esta reflexión, inmediatamente en mi mente se volvieron a representar los abrumadores datos que días antes había escuchado en la Universidad Católica Argentina con motivo de la presentación del Informe DEUDAS SOCIALES EN LA ARGENTINA DEL SIGLO XXI (2004-2024)*, que anualmente el Observatorio de la Deuda Social Argentina da a conocer en el mes de diciembre, desde el año 2004.

INFORME 2024 DEL ODSA

Al comenzar el análisis se destaca que “es tan importante identificar las deudas sociales como comprender las causas subyacentes que las explican, esto no con fines de denuncia social, sino para buscar superar las barreras estructurales que impiden un desarrollo humano justo e integral en nuestras sociedades”.

Los investigadores parten del diagnóstico que hay un ciclo postconvertibilidad que concluyó en 2023. Los datos volcados en el informe muestran que ese ciclo comienza con una situación extremadamente compleja en 2001-2002. Las políticas públicas que se fueron desarrollando y el crecimiento económico que sobrevino como consecuencia de ello, mejoraron los parámetros socioeconómicos, aunque en cierto momento esas mejoras comenzaron a estancarse y volvió a sobrevenir un deterioro que se acentuó significativamente a partir de 2018. Y se observa:

  • Una mayor dependencia de los pobres extremos y las clases bajas de la asistencia pública.

  • Se fueron desarrollando estructuras defensivas de las clases medias empresarias que operaron por fuera de los sistemas de regulación formal, en materia financiera, ocupacional y comercial.

  • Crecimiento del trabajo informal y de una economía social de subsistencia con mayor autoexplotación familiar, deterioro de la salud, la educación, el hábitat, la seguridad y el acceso a la justicia de los sectores más humildes.

  • Una sociedad más desigual, no solo en materia económica, sino también en oportunidades de movilidad social, inversión de capital humano y valores socio culturales.

En la línea histórica que va desde el 2001 al 2024, las estadísticas del INDEC (Encuesta Permanente de Hogares) y la propia que surge de la Encuesta del Observatorio de la Deuda Social Argentina a partir del 2004, van casi en paralelo y no difieren demasiado una de otras.

Algunos datos clave:

Vista la serie completa, en 2024 los niveles de pobreza alcanzan el 49,9%, un porcentaje aún mayor que el registrado en el crítico 2001, previo a la caída de la convertibilidad, que fue del 48,8%. La indigencia este año trepó al 12,9%, unos puntos menos que el 15,4% de principios de siglo, marcando una incidencia positiva de la Asignación Universal por Hijo, la Tarjeta Alimentar, otros programas sociales y las pensiones no contributivas que en la época de la convertibilidad no existían.



Al mirar estos dos extremos, Argentina parece volver a estar prácticamente en el mismo punto que en aquellos años, la pregunta es ¿Qué pasó en el medio?

Es interesante ver como evolucionó la situación socioeconómica de los argentinos en los últimos 20 años. El ODSA, destaca que después de la salida inmediata de la convertibilidad hubo un pico de pobreza que llegó al 74,6% (2002). Las políticas que se implementaron en aquellos años fue haciendo descender paulatinamente los índices de pobreza e indigencia, cuyo piso mínimo estuvo en el año 2013 en el que la medición de la pobreza marcó el 25% y 6% la indigencia (según datos propios de ODSA). A partir de allí lentamente los números de pobreza comienzan a revertirse y desde el 2018 a la actualidad no paran de acelerarse, con un pico pronunciado en 2020 (época de la cuarentena decretada por la pandemia), un leve descenso en los años subsiguientes para volver a posicionarse en el 49,9% este año. Desde el 2013 al 2024, la indigencia más que se duplicó, pasando del 6% al 12,9%, siempre guiándonos por los datos del Observatorio de la Deuda Social.

Hoy las familias son consideradas pobres si sus ingresos no superan los $950.000 e indigentes aquellas que perciben menos de $450.000.

Cuando la mirada se focaliza por nivel socioeconómico, se observa que en los últimos dos años los sectores más golpeados fueron las clases medias, medias bajas y bajas, mientras que creció el porcentaje de quienes ya estaban en condiciones de extrema vulnerabilidad.

Ahora, cuando se analiza por rangos etarios, se observa que en la franja de niños y adolescentes de 0-17 años, la indigencia llegó en 2024 a 19,2%, es decir dos de cada diez niños y adolescentes en nuestro país están en extrema pobreza y casi siete de cada diez tienen necesidades básicas insatisfechas (alimentación, salud, educación, acceso a cloacas y agua corriente). Pero estos números no siempre estuvieron así. Argentina, después de 2002, fue haciendo decrecer los altos índices de pobreza que se dieron a la salida de la convertibilidad y encontró en este segmento su piso histórico en 2011: 6,5% de niños indigentes y 38% de niños pobres.

Otra variable altamente sensible, por las graves consecuencias que traen para la persona humana como para la sociedad en su conjunto por las secuelas permanentes que deja, es la inseguridad alimentaria. Nuevamente, en la serie completa, se ve que en 2004 una de cada 3 familias no tenía garantizado el acceso a los alimentos. El crecimiento económico y diferentes políticas de Estado permitieron a partir de entonces ir bajando los índices y en 2011, solo una de diez familias estuvo corriendo ese riesgo. A partir de esa fecha, primero lentamente y después de 2018 de manera más acelerada, el número de familias con problemas de acceso a la comida volvió a crecer. En 2024 una de cada cuatro familias no puede alimentarse correctamente y esto impacta especialmente en el 50% más pobre.

No menor en estos estudios son los datos que arrojan la influencia que ha tenido la Asignación Universal por Hijo, otros programas y las pensiones no contributivas. Si bien su incidencia sigue siendo positiva, el impacto que producen es menor porque a pesar que el Gobierno Nacional incremento la AUH y la Tarjeta Alimentar considerablemente en el último año, las familias han visto disminuidos sus ingresos producto de la menor cantidad de “changas” y la pérdida de trabajos informales. Esto explica que el mayor deterioro socioeconómico se haya dado en los sectores bajos y medios bajos porque les resulta más difícil complementar y completar sus ingresos.


UNA SOCIEDAD MÁS DESIGUAL

La población económicamente activa en Argentina está compuesta por 20.000.000 de personas. De ellos, solo el 39,7% tiene empleos de pleno derecho; otro 28,8% tiene empleos precarios (trabajo no registrado, régimen de monotributo, contratos de trabajo, etc). Y se engrosa el sector que depende de los llamados "empleos de indigencia" (changas, personas que no tienen ningún tipo de estabilidad ni están dentro del régimen laboral), que en la actualidad alcanza el 23% de la población económicamente activa.




Pero además, hay un 8% de desocupados estructurales, que son personas que no sólo no tienen empleo sino que debido a su déficit de habilidades y aptitudes tampoco están calificadas y es casi imposible que se inserten en el mercado laboral.

De esta manera Argentina va yendo marcadamente hacia una mayor estratificación social con hogares pobres, cuyos integrantes a pesar de contar con un trabajo no pueden salir de la pobreza. Es decir, se está perdiendo definitivamente algo que otrora fue parte de nuestra identidad y orgullo como país, que incluso nos distinguía de otros países lationamericanos, como fue la ampliación de los sectores medios producto de la movilidad social ascendente a partir de la igualdad de oportunidades.

Otra conclusión de esta investigación que ya lleva 20 años consecutivos realizándose, es que si bien el modelo que empezó en 2003 y concluyó en 2023 logró bajar la pobreza, no consiguió quebrar la barrera del 23% y en el caso de la indigencia no perforó el 6%. Esto indica que hay una pobreza y una indigencia que tienen características estructurales y que son muy difíciles de revertir aún en momentos de expansión económica.

A partir de estos datos, el Observatorio de la Deuda Social Argentina emitió algunas recomendaciones:
  • Se requieren cambios estructurales con equilibrio social y nuevos pactos distributivos. El desarrollo integral de la infancia debe ser política de Estado.

  • Nuestro futuro es incierto si solo se pretenden estabilizar las variables macroeconómicas. Se debe proyectar el desarrollo aumentando la productividad, el empleo e inclusión social.

  • Deben definirse políticas orientadas a fomentar la inversión, introducir tecnologías, multiplicar las exportaciones, recuperar el ingreso y hacer posible la creación de empleos de calidad, junto a un cambio del sistema de la seguridad social.

  • Se requieren políticas activas subsidirias -el Estado debe hacer todo lo que el privado no puede, no sabe o no quiere- para garantizar el desarrollo productivo, la valoración de las economías regionales y el fortalecimiento del mercado interno como una salida estratégica de las desigualdades estructurales.

  • Pero para que todo ello se de, también se requiere una sociedad que demande y exija esta nueva orientación.
Para cerrar este articulo, vuelve a adquirir relevancia la reflexión de Martel. Ella parece darnos una pista para empezar a unir las piezas de un rompecabezas que nos ayude a comprender por qué un país que se jacta de tener potencial para alimentar a 300 millones de habitantes; yacimientos de hidrocarburos no convencionales de petróleo y gas que están entre los más importantes del mundo; ser uno de los tres países con las mayores reservas de litio, recurso estratégico para el avance tecnológico; cuenta (aún) con un sector científico-tecnológico de prestigio internacional; tiene (aún) una industria diversificada con sectores como el alimentario, automotriz, turístico y farmacéutico que son envidia de muchos países; empresas vinculadas a la ciencia del conocimiento, seis de las cuales ya alcanzaron la selecta categoría de Unicornio (valuadas en más de U$S1.000 millones)… es a la vez capaz de tolerar que más del 50% de su población permanezca sumergida en la pobreza y lo que es peor aún, el 65% de nuestros niños menores de 14 años están bajo esta condición y 1.500.000 se van a dormir todas las noches sin cenar, algo que no solo condiciona nuestro presente sino que fundamentalmente hipoteca nuestro futuro.

Un pensamiento de Eduardo Galeano nos recuerda que en definitiva “somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”. Por ello, deberemos dilucidar si seguimos anhelando ser parte de un destino común que nos incluya a todos bajo el cielo de una gran Nación.

¡Muy Feliz Navidad y que Dios bendiga sus hogares en 2025!


Ponemos a disposición de nuestros lectores los informes publicados por el Observatorio de la Deuda Social Argentina dados a conocer el 12 de diciembre de 2024 en la sede de Puerto Madero de la Universidad Católica Argentina, que podrán ser descargados de la siguiente página: www.uca.edu.ar

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