ENTRENAMIENTO
¡CUIDADO CON LAS OPINIONES!
Escribe: RODOLFO N. NABHEN
Una de las mayores fuentes de conflicto interpersonal radica en nuestra incapacidad de distinguir una opinión de una descripción de algo concreto e incontrastable.
Si tenemos a dos amigos que están conversando sobre fútbol y uno de ellos opina que Messi es mejor jugador de lo que lo ha sido Maradona y el otro amigo opina lo contrario, podrán estar horas discutiendo y muy probablemente no se pongan nunca de acuerdo. Pero, si les decimos que tanto Messi como Maradona nacieron en la República Argentina, ambos estarán totalmente de acuerdo y no habrá nada que discutir.
En el lenguaje de la comunicación, a las opiniones las denominamos “juicios” y a aquellas descripciones de algo concreto que “es” (como el caso de la nacionalidad de ambos jugadores) las llamamos “afirmaciones”, dado que hay evidencias concretas que las respaldan (en el caso de Messi y Maradona, están sus documentos y sus biografías en donde consta que nacieron en nuestro país).
Y vaya que los juicios y las afirmaciones no son la misma cosa…
Un concepto fundamental es el que dice que hay tantos juicios (opiniones) como observadores de la realidad existente. Y a ellos los formamos en base a múltiples razones: la experiencia, lo que hemos leído/aprendido, la influencia de familiares o amigos, nuestros gustos, etcétera. A las opiniones las fundamentamos con hechos (afirmaciones) pero nunca serán la verdad absoluta. Podrán estar mejor fundamentadas que otras pero mientras exista la posibilidad de que alguien pueda opinar diferente nunca serán la verdad total.
Ahora, ¿A qué viene todo esto? ¿Qué nos pasa a la mayoría de las personas?
Como decimos en el primer párrafo nos cuesta distinguir a unos de otros.
En nuestra vida cotidiana defendemos nuestras opiniones, frente a otros que opinan diferente, como si las mismas fueran verdades incontrastables. Y eso nos lleva a acalorarnos y ofuscarnos. Por ello, cuando nos reunimos con amigos, muchas veces establecemos la regla de que “sobre política, religión o fútbol no se puede hablar”. De esta manera, nos privamos de interactuar sobre temas interesantes y de actualidad para no pelearnos…
Y en todo esto juegan dos elementos fundamentales: Nuestro Ego y el Respeto a los otros.
El Ego nos impulsa a tener razón, a vencer al otro, a ganarle… Persistimos defendiendo nuestras opiniones como si se nos fuera la vida en ello… Y cuando “ganamos” (por nuestra dialéctica o por tener más fundamentos) no nos damos cuenta que “perdimos”. ¿Cómo quedó el que perdió? ¿Qué podemos esperar de él o de ella a futuro?... ¡No hay dudas de que nuestro saldo quedó negativo!
El respeto a los demás es el segundo elemento a considerar. Yo estaré respetando al otro cuando lo considere un “ser tan válido como yo y con derecho a pensar diferente”. Cuando el otro manifiesta su punto de vista y yo le digo “¡estás equivocado!” o “Lo que decís no tiene sentido, es ridículo” concretamente le estoy faltando el respeto. Qué diferente sería decirle al otro: “comprendo tu punto de vista” “Yo tengo algunas diferencias con tus opiniones, pero lo valoro porque me agrega valor para mi análisis. Nadie es dueño de la verdad” ¡Y es así!
Sobre todo esto te dejo dos mensajes:
1. Nunca opines para “ganarle” al otro. Nadie gana en discusiones de este tipo. Manifiesta tu opinión y tus fundamentos como una fuente de enriquecimiento mutuo. Escuchá y valorá lo que el otro dice. Resalta siempre que no está en juego la verdad absoluta.
2. Tené siempre presente el respeto al otro. El otro es un ser tan distinto y tan valioso como lo sos vos. Sus opiniones son exclusivas de él. Se han ido construyendo con sus percepciones, su historia de vida, su entorno y muchos factores más. Siempre escucharlas te enriquecerá, pero nadie te obligará a compartirlas.
Distinguí siempre una afirmación de una opinión. Escuchá a los demás, manifestá lo tuyo, aprendemos entre todos y contribuyamos a mejorar nuestras relaciones. ¡Así seguro que ganaremos siempre!
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