sábado, 22 de junio de 2024

VILLA DEVOTO

LITERARIAS


RECUERDOS DE UNA NIÑA SIN INFANCIA


Escribe: NORBERTO PEDRO MALAGUTI
Presidente de la Junta de Estudios Históricos de Villa Devoto




Quizás a Usted no le interese que yo le cuente que fui una niña sin infancia, con hambre, abandono y maltrato, solo para agriarle este momento.

Pero quizás lo haga para descargar mi rencor, como si se lo estuviera echando en cara y sea injusta.

Pero aunque después me sienta arrepentida.

Pero mi paso por el barrio de Villa Devoto fue parte de uno de los años más tristes de mi vida y sobre todo porque esa época de la niñez, de los juegos, de las caricias y los aprendizajes, todo ello nunca existieron para mí, por eso fui una niña sin infancia.

Nací en un conventillo de San Telmo, más precisamente de la calle Defensa, mi madre Ana, planchadora me parió un once de Octubre de 1904, mi padre Santiago para mayores datos cochero, me inscribió con el nombre de Laura Ana, pero no pude ni llegar a sentirlo a mi lado, falleció de tuberculosis, la enfermedad de la pobreza cuando yo apenas tenía cuatro meses.

Mi madre lucho mucho por sostenerme hasta que no pudo más y cuando tenía cinco años me interno en un asilo de religiosas de Villa Devoto, a cargo de unas monjas alemanas, allí estuve cerca de cuatro años, hasta que un tío decidió rescatarme.

Si digo con todos los términos rescatarme, es que fue así, rescatarme de una disciplina extremadamente rígida, repleta de miedos y de privaciones, sobre todo de afecto.

Mientras estuve allí ni siquiera me enseñaron a leer y escribir.

No crea que los tiempos que siguieron fueron mejores, pero ya con nueve años se me trato como si fuera una mujer adulta.

Por eso soy como soy.

Si en estos tiempos estuviera presente en este mundo, tendría que decir que fui como fui.

Me han criticado tantas veces, por la dureza de mi carácter, por un trato inclusive agresivo, pero deberán comprender que no podía ser de otra manera, esa era la forma que me fueron construyendo.

Pero en realidad, yo era temerosa, muy tímida, insegura, pero tuve que representar una máscara de mi vida, reconocer que esa aparente agresividad no era en definitiva otra cosa que una actitud profundamente defensiva.

Roberto Arlt escribía en algunas de sus páginas: “El látigo del amo hace ladino al esclavo”

Fui famosa por otras razones, por mi talento, mi tozudez, un desmedido atrevimiento, pero supe y sentí que ese éxito como artista más algún placer transitorio o reconocimientos públicos no pudieron recompensar el hecho de que nunca tuve infancia.

A través de este juego del autor, quizás ya me reconoció, sino me presento.

Soy Tita, Tita Merello

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