martes, 11 de junio de 2024

EDITORIALES

NOTA DE TAPA


Ayer, hoy y siempre,
LOS BUENOS VECINOS HACEN LA DIFERENCIA!


Escribe: Lic. MÓNICA RODRÍGUEZ - Dirección


Emblema utilizado en 1954 por la Asociación Vecinal de Villa del Parque
para celebrar el Día del Vecino.
Una particularidad de la época era reflejar el plano de la Ciudad de
Buenos Aires con una orientación que no es su posición geográfica real.



Para algunos el barrio es todo lo que está fuera de su casa, para otros, es la continuidad de su hogar. Esta diferencia, aunque parece sutil, es drástica a la hora de construir en comunidad.

Lo cierto es que el barrio es ese primer espacio en el que natural y espontáneamente interactuamos con aquellos que residen a nuestro alrededor, los comerciantes que se convierten en proveedores de nuestros bienes esenciales: la panadería, la verdulería, la carnicería, el supermercado de cercanía, el kiosco de diarios y revistas o el maxikiosco donde sucumbimos a las tentaciones que más nos gustan.

El barrio también es el lugar donde en general se dan los primeros aprendizajes formales. Es dentro de sus límites donde solemos ir a la escuela, el club donde realizan actividades recreativas y deportivas, el gimnasio donde acudimos cuando somos un poco más grandes, las confiterías y restó donde combinamos encontrarnos con amigos u organizar salidas familiares,los espacios verdes donde nos distendemos al aire libre, los paseos de compras y nunca faltan los divertimentos como el cine, el teatro y los bares, entre otros.

El barrio es el primer espacio de socialización más allá de nuestro hogar.

A mi papá, José Cesar Rodríguez Nanni, que era un fomentista incansable, le gustaba decir que el barrio (y ahora la comuna) eran la “la patria chica” porque es aquí donde comienzan a ejercerce los primeros derechos y también las primeras obligaciones que tenemos por el solo hecho de formar parte de una comunidad. Y en la medida que lo hacemos, nuestras vidas asumen una nueva dimensión que ya no está limitada a la preocupación por lo que sucede en nuestro “metro cuadrado” sino que empezamos a ser conscientes de la importancia que tiene juntarnos con nuestros vecinos para contribuir de manera conjunta y alcanzar mejoras más abarcativas.

Algunos tienen un don natural para rápidamente socializar y les gusta colaborar activamente en la cooperadora del colegio, sumarse a la comisión directiva del club, contribuir con la cooperadora del hospital cercano, adherirse a la sociedad de fomento o formar parte de asociaciones culturales o religiosas. Es así como se nutren y adquieren vida la organizaciones no gubernamentales.

En otros casos, los disparadores para encontrarse, juntarse y accionar pueden ser problemáticas comunes que los aquejan. Y es a partir de una preocupación genuina que muchos eligen reunirse, ir organizándose y en el camino se dan cuenta que ejerciendo una fuerza común tienen mucho más poder que haciéndolo individualmente. Los motivos de estas convocatorias suelen ser de los más variados: temas de seguridad, necesidad de un espacio verde, problemas con servicios públicos esenciales, obras públicas que afectan sus vidas o políticas públicas que consideran que deterioran su calidad de vida. En estos casos suelen surgir movimientos de vecinos autoconvocatos y agrupaciones que comienzan de manera gregaria para luego ir adquiriendo una mayor organización. Y muchas veces, conseguido los objetivos, se mantienen unidos para plantear nuevos objetivos.

Y por supuesto, dentro de la democracia participativa que supimos conseguir a partir de la declaración de autonomía de nuestra ciudad y de la Constitución que nos rige, existen institutos y canales que deberían ser por los que naturalmente fluya el devenir institucional y donde se plasmen gran parte de los reclamos, las inquietudes y también las iniciativas que hacen para bien del barrio, de la comuna y de la Ciudad de Buenos Aires, en la búsqueda de generar los consensos necesarios para llevar las medidas de acciones, programas y políticas públicas adelante. Lamentablemente y a más de 13 años de la creación de las comunas, de los Consejos Consultivos Comunales y de las Juntas Comunales queda un largo camino para perfeccionar su funcionamiento y que sean herramientas que verdaderamente válidas que se aprovechen al máximo en el marco de la descentralización y de la democracia.

Lo cierto es que a medida que descubrimos que nuestra vida resulta limitada cuando solo vamos de casa al trabajo y del trabajo a casa, cuándo solo nos ocupamos de nuestras cosas, y decidimos cambiar esa actitud para pasar a encontrarnos con otros, para dar soluciones a cuestiones comunes, nos damos cuenta que más allá del dicho, “la unión hace la fuerza”, nuestros planteos tendrán más visos de hacerse realidad si actuamos en conjunto y de manera organizada. Es así, que cuanto más colaboramos, cuanto más participamos y cuánto mayor es nuestro compromiso, se van tejiendo lazos, conformando redes que se expanden, se retroalimentan y construyen vínculos de confianza más sólidos.

Como muchos saben, Villa del Parque es cuna de la celebración del Día del Vecino. Es aquí donde se gestó la idea de celebrar un día dedicado a la buena vecindad gracias a la idea de Romeo Raffo Bontá y a una comisión directiva que desde la Asociación Vecinal de Villa del Parque lo acompañó con esta iniciativa en el año 1944.

Una de las autoridades que formaron parte de esa comisión directiva fue Rafael Bologna Tracchia, quien algunos años después escribió un artículo en el diario La Voz (junio de 1965) donde expresa el verdadero significado y la razón de esta celebración. Por su claridad, el pensamiento de este magnífico vecino que tanto hizo por nuestro barrio, logra trascender en el tiempo y parece propicio para nuestros días:

“…Toda acción de carácter vecinal carece de significado si los pobladores de un determinado sector no traen, por íntimo consentimiento y por imperativo llamado del deber, su aporte entusiasta y su gestión constructiva en la empresa común.

“Nadie puede, lógicamente exigirnos ni exigir ser un héroe…

“Pero, todos y cada uno de nuestros convecinos pueden exigirnos que seamos un BUEN VECINO, un verdadero vecino. Y no basta para serlo ocupar una casa, un negocio o un departamento en un barrio y darse con los demás pobladores los “buenos días” y las “buenas tardes”. O sentarse en la plaza o ir al cine de la zona. O concurrir los 25 de Mayo y los 9 de Julio a la celebración de las gloriosas efemérides. Ni comprar una rifa ni diez, en beneficio de la cooperadora o de la parroquia…

“Ser un buen vecino -o simplemente un vecino- en la plenitud significativa de la expresión es participar activamente de la acción, en los trabajos, en los empeños y en las preocupaciones de las instituciones que en la zona, en forma desinteresada, tesonera y casi siempre anónima trabajan por el bien de todos…

“Y, es así, que creemos que una vez por año -un día determinado- existe el pleno derecho que sea DÍA DEL VECINO. Del vecino sí, entendiendo por tal, lo repetimos, no a quienes viven ciegos y sordos a la pequeña agitación de lo común, de los colectivo que les rodea, sino a aquellos otros, que saben que no hay esfurzo más remunerador que aquel que por todo pago recibe la satisfacción de haber cumplido un deber.

“Ese Día del vecino no es una creación arbitraria. Tiene un sentido. Sentido de una pausa valorativa, donde estimamos y hacemos resaltar la figura de quienes en pueblos y barrios contribuyen a mostrar que el hombre no es la figura dolorosa del lobo para el hombre, sino que es capaz, en condiciones normales de convivencia pacífica, de brindarse generoso a lo colectivo.

“…Es un intervalo ideal en la jornada repetida y sin fin, que se nutre de pequeños esfuerzos, que no es tarea de gigantes, que no es jornada de héroes, poro sí concreción de buena voluntad y expresión de superación individualista para volcar algo de lo propio al común”.

¡FELIZ MES DEL VECINO PARA TOD@S!

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