martes, 18 de diciembre de 2018

EDITORIAL

NOTA DE TAPA

SI PODEMOS SOÑARLO, PODREMOS LOGRARLO

Uno de mis principales anhelos y deseos para este 2019 es que, así como los argentin@s aquel histórico 10 de diciembre de 1983 supimos empezar a transitar un camino que nos permitió ir afianzando nuestro sistema democrático todos juntos y de la mano, encontremos ahora la directriz que nos lleve al país que soñamos. Por nosotros, por nuestros hijos y por nuestra posteridad.

Feliz Año Nuevo y que Dios bendiga cada uno de sus hogares.

Escribe: Lic. MÓNICA RODRIGUEZ - Dirección

Estamos a punto de concluir un año más, con vivencias positivas y negativas que siempre dan lugar a un balance desde lo individual.
Desde lo colectivo y como argentinos podríamos decir sin temor a equivocarnos que este fue un año bastante ajetreado. La economía tuvo un protagonismo clave, signada por variables que afectaron los bolsillos de las grandes mayorías.
De cara al futuro, más allá de la coyuntura nos espera un nuevo año donde una vez más las próximas elecciones presidenciales tallarán en nuestras vidas un escenario de enormes desafíos, porque el planeta de hoy y el que viene aún más, no deja demasiado margen a los países que pretenden subirse al tren del primer mundo. Ya no alcanza con poseer riquezas naturales, el principal motor de crecimiento con desarrollo humano está centrado en sus habitantes: en sus conocimientos, en su capacidad creativa e innovadora.
En los últimos treinta años Argentina logró estabilidad institucional, afianzando su sistema democrático, que aún con defectos logró establecer reglas de juego claras y pautas de convivencia que aseguran la gobernabilidad. Un salto cualitativo no menor, de madurez ciudadana y dirigencial en una sociedad que había sufrido en los anteriores cincuenta años interrupciones permanentes de los gobiernos elegidos por el pueblo.
Sin embargo, esto no nos alcanzó para plasmar el proyecto de Nación que queremos ser. Venimos pendulando entre modelos que a veces se tornan extremos y que fueron minando y horadando nuestra estructura productiva en cada una de las crisis cíclicas en las que fuimos cayendo, y cual enfermo crónico, aunque el país mantiene aún la capacidad de reponerse de esas caídas bruscas, hasta ahora resultó imposible volver a los estándares de bienestar que teníamos antes de las debacles, medidos en términos cuantitativos, cualitativos y teniendo en cuenta que el mero estancamiento ya significa retroceso en un mundo que avanza en una nueva revolución tecnológica.
Y empezamos a pagar altos costos. Los números de pobreza estructural así lo indican. Pero aún es peor cuando ponemos la lupa en la pobreza infantil: seis de cada diez niños que viven en Argentina son pobres en alguna o varias de las dimensiones en las que Naciones Unidas mide estos índices (alimentos, salud, vivienda, educación, vestimenta, salubridad). El futuro de nuestro país está en jaque, mirándolo tanto desde la óptica de los niños que están en condiciones de vulnerabilidad y ven su adultez condicionada como de aquellos que hoy viven dentro de estándares adecuados pero sobre los cuales pesará una creciente carga.
Los dos modelos entre los que pendulamos siguen vigentes en el discurso de nuestros dirigentes.
Un modelo de capitalismo humanizado donde el Estado tiene un rol subsidiario para hacer todo lo que el privado no puede, no quiere o no sabe. Este tipo de Estado tiende a querer garantizar la alimentación, salud, educación, trabajo y vivienda digna como piso para la inclusión social, la igualdad de oportunidades y la paz social. Arma su estructura productiva sobre la base del desarrollo agropecuario, industrial, servicios y alta tecnología, enfocado en promover el mercado interno para impulsar a las economías regionales y a las empresas de capital nacional, principalmente a las PyMES que representan el 90% de nuestro sistema productivo a partir de las cuales se generan la mayor cantidad de puestos de trabajo.
Del otro lado, hay un modelo que piensa en la inserción de Argentina en el mundo, asignándole a nuestro país un rol específico como productor y exportador de bienes primarios: fundamentalmente granos, minería, energía y algunos derivados industriales de estos (agrotech), desarrollo del sector financiero (finantech) y servicios enfocados en algunos sectores de la tecnología e industrias culturales (software, programación, diseño de videojuegos, etc.); Este modelo alienta la libertad de los mercados y la apertura económica por sobre el mercado interno y a establecer un aparato productivo más concentrado y con altos niveles de inversión extranjera dada su esencia. Si bien las variables macro del país pueden alcanzar estándares de crecimiento, hay que tener muy presente que esto no necesariamente conlleva a una mejor calidad de vida de la población, mucha de la cual resulta excluida si no perfila o con su «mérito» no alcanza a insertarse y/ o permanecer, por lo tanto se requiere para asegurar el orden social, políticas de seguridad más duras.
Más allá de los modelos, Argentina arrastra desde hace décadas el lastre de la corrupción que “infecta” de manera transversal a toda nuestra clase dirigente (política, empresarial, sindical, judicial y social) y como coletazo de esto se desprende una inseguridad jurídica a nivel público porque suelen “borrar con el codo” lo que antes “firmaron con la mano”.
Como ciudadanos volveremos con campañas, escuchando candidatos de diferentes partidos y frentes electorales. Seguramente el oficialismo dirá que está haciendo las cosas bien y que este es el único camino posible. Desde la oposición asegurarán todo lo contrario tratando de persuadir al electorado con una receta distinta.
A la ciudadanía nos cabrá un rol crucial en este momento bisagra de nuestra historia. Podemos aceptar complacientes optar entre las alternativas que nos presentan y resignarnos a pensar que hay un “determinismo histórico” en el cual es imposible cambiar lo que nos tocó o podemos exigir que nuestra clase dirigente salga de esa “zona de confort” donde como Antón Pirulero cada uno atiende su juego y empiecen a atender seriamente los problemas que tenemos los argentinos y a buscar caminos de solución que sin lugar a dudas deben incluir un fuerte debate sobre el país que queremos para arribar a un proyecto de nación que necesariamente deberá estar asentado sobre un nuevo pacto social que supere viejas antinomias, nuevas grietas y fundamentalmente asegure transparencia institucional, seguridad jurídica, dejando en claro que la seguridad alimentaria, la salud, la educación y el bienestar de nuestros niños y abuelos son una prioridad innegociable.
Uno de mis principales anhelos y deseos para este 2019 es que, así como los argentin@s aquel histórico 10 de diciembre de 1983 supimos empezar a transitar un camino que nos permitió ir afianzando nuestro sistema democrático todos juntos y de la mano, encontremos ahora la directriz que nos lleve al país que soñamos. Por nosotros, por nuestros hijos y por nuestra posteridad.
Feliz Año Nuevo y que Dios bendiga cada uno de sus hogares.

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