EDITORIAL
HAY FUTURO!
Día a día crece el empoderamiento ciudadano en diferentes dimensiones y las preocupaciones comunes se canalizan entre pares a fin de conciliar formas y posibles caminos de solución, congregándose en redes comunitarias que se ven fortalecidas por vínculos de confianza que surgen del activismo social.
Así, hacen escuchar su voz y pujan por ser protagonistas de una democracia participativa que aún está más en los papeles que en la realidad.
Escribe: Lic. MÓNICA RODRÍGUEZ – Dirección
La autonomía de la Ciudad de Buenos Aires llegó de la mano de una Constitución progresista en cuanto al reconocimiento de derechos de primera, segunda y tercera generación, organización institucional, democracia participativa y descentralización en comunas.
Sin embargo y como sucedió en innumerables pasajes de nuestra historia, parte de esa legislación de avanzada solo se puso en práctica merced a la perseverancia de una ciudadanía que no permitió que cayera en letra muerta. Claro ejemplo de ello fue la postergada concreción de las comunas que recién se implementaron en el año 2011 cuando la autonomía de la ciudad ya regía desde 1996.
Marchas y contramarchas fueron alargando los plazos y si no hubiese sido por vecinos verdaderamente comprometidos que no cejaron en su cometido, inclusive apelando a la Justicia como recurso de última instancia ante el incumplimiento indefinido del poder político, quizás estas unidades administrativas descentralizadas jamás hubiesen visto la luz.
Luego de casi 8 años de andar, las organización comunal avanzó considerablemente aunque aún falta mucho por hacer, entre otros, que la descentralización opere como debe operar; que se implemente el presupuesto participativo; que los comuneros asuman la representación que les otorga el pueblo con su voto y no actúen como meros delegados del gobierno central, aunque aquí cabe la salvedad que no todos los juntistas asumen esa postura y tienen clara cuál es su misión y función. En este contexto tampoco los Consejos Consultivos Comunales integrados por representantes de las organizaciones de la sociedad civil cumplen su cometido ni son tenidos en cuenta en su carácter de asesores ad honoren para establecer prioridades y proyectos locales. Y mucho menos se promueve que la población conozca el verdadero rol y alcances que deberían tener las comunas en la mejora de la calidad de vida y organización social.
A pesar que desde las estructuras de poder nos escatiman el pleno ejercicio de derechos a través de subterfugios que se contraponen con el espíritu que tuvieron nuestros constituyentes cuando redactaron la Carta Magna de la Ciudad, día a día crece el empoderamiento ciudadano en diferentes dimensiones y las preocupaciones comunes se canalizan entre pares a fin de conciliar formas y posibles caminos de solución. Se inician a veces a través de simples grupos de whatsapp, se conectan en las redes sociales y van tomando forma a partir de encuentros, movimientos, colectivos, agrupaciones y ONGs que a su vez se van congregando en redes comunitarias más amplias que se ven fortalecidas por de vínculos de confianza que surgen del activismo social. Así, hacen escuchar su voz, acuden a los representantes, interpelan a los funcionarios y pujan por ser protagonistas de una democracia participativa que aún está más en los papeles que en la realidad.
La vocación democrática sigue impulsando al vecino porteño a avanzar. Esto acaba de plasmarse en la Audiencia Pública convocada días pasados para el tratamiento del Código Urbanístico y del Código de Edificación. Contradiciendo lo que muchos pueden imaginar como un tema árido y de poco interés, hubo más de 500 oradores inscriptos y de ellos una amplia franja eran jóvenes que dieron ejemplo de ciudadanía con meritorias exposiciones.
En el marco de esta audiencia, como residentes cercanos a Agronomía debemos enorgullecernos de los vecinos, estudiantes que cursan en esa alta casa de estudios, de dos juntistas -de la Comuna 11 y 15- que hicieron una defensa cerrada de nuestro pulmón verde (conformado por los terrenos de la Universidad, club Comunicaciones, parque “La Isla” de la Paternal, club Arquitectura y Hospital Roffo), tanto en lo que respecta al rechazo de un estadio para 20.000 personas en tierras del Comunicaciones como la apertura de la calle Zamudio y la construcción de once torres de 48 metros de alto en el parque lindante a Avenida Chorroarín. Fue tan fuerte el repudio a estas iniciativas que sumado al documento emitido por la FAUBA y a las más de 35.000 adhesiones que se obtuvieron en la petición de Change.org en tan solo cinco días, que tanto legisladores como el propio Poder Ejecutivo de la Ciudad se comprometieron a no abrir la calle Zamudio y a retirar la iniciativa del estadio del proyecto del Código.
Dicen que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Nuestra ciudad tiene vecinos dispuestos a ejercer sus derechos y cumplir con sus deberes a pleno. Anida en ese conjunto de ciudadanos genuinos dirigentes sociales, semillero del cual seguramente algún día surgirán responsables de conducir nuestros destinos.
Para que esto ocurra, a nivel local sería una enorme contribución que se cumpla la ley de Comunas (1777) que dice que para la votación de las Juntas Comunales deberán habilitarse boletas y mesas separadas en caso de coincidir con la celebración de otras elecciones, por ejemplo con las de Jefe de Gobierno. Si a esto le sumáramos un sistema de elección uninominal, se garantizaría la transparencia y la auténtica representación. El vecino conocería a quien está votando y no quedaría velado en una lista sábana.
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