viernes, 12 de mayo de 2017

LA OPINIÓN DE ESPECIALISTAS

SOCIEDAD

EL ESTIGMA DEL PERFIL CRIMINAL Y EL LOCO

“(…) inaceptable la existencia de alguna conformación anátomo-funcional que se correspondiese con la concepción de un sentido moral.” G.Tarde. [1]

Escribe: Lic. en Psicología ADRIANA DEZA

Marco Sombroso fue médico y criminólogo y en el siglo XIX, la incidencia de su pensamiento se hizo notar. Desde el desconcierto que provocó al inicio, el descubrimiento de la locura, los investigadores científicos han tratado no sólo de averiguar temas de enfermedad mental sino también, vincular ciertas deformaciones craneanas con perfiles delincuentes. Hasta hubo un tiempo en dónde por el tipo de rostro y andar se podía determinar si se trataba de un posible criminal o no.
La búsqueda de la verdad y certeza, son inherentes a la ciencia y en ocasiones la necesidad de hallarla fuerza los resultados, sin mencionar, quienes cuentan con los medios apropiados para realizar ciertos experimentos. Detrás de éstos, están los hombres y mujeres al servicio de la Ciencia. La misma, no es un ente abstracto, está conducida por personas y éstas, pueden tener ética o no tenerla.
Innegable resulta el aporte de la Ciencia sobre todo, en algunas enfermedades hereditarias, la manera como las neurociencias intentan poder mostrar con imágenes cerebrales todas las conductas, es importante. Todo acerca del sujeto. El problema es que el todo, en imágenes todavía no existe. Existe, se dice, evidencia de ciertas enfermedades adquiridas en el útero y esta afirmación, al momento, parece ser, la más sensata. De igual modo, el efecto indeseado de una lesión cerebral. Una cita en un Tratado de Criminología dice algo que se encuentra en algunos estudios neuropsicológicos de hoy:
“Hoy se acepta no sólo cierta correlación entre deformidades craneales y faciales (…) constituyendo una evidencia irrefutable de que la anormalidad neural asociada se origina en un trastorno del desarrollo hereditario o resultante de una enfermedad adquirida in útero”[2]
En pocas palabras, imposible hasta nuestros días, utilizar indicadores precisos para hablar de perfiles criminales y mucho menos, vincularlos directamente con la locura o alguna patología mental. Lo único veraz en este siglo XXI tiene que ver con las enfermedades hereditarias pero aún allí, los porcentajes varían considerablemente. Se analizan variables para cuantificar, de cada 10, 2 personas contraerán, de la suma de los datos de A y X, se puede cualificar, el siguiente resultado. No hay certeza. Por tanto, nadie a esta altura puede negar la importancia de una mirada por nombrar algo. Y sí, alguien asustado puede tener mirada huidiza, perdida, mirada que puede confundirse y se suele escuchar con temor: mira raro, ¿estará planeando algo? ¿Será loco? Y muchas dudas igual de temerosas que aquel niño o adulto asustado, vaya a saber uno ¿por qué?
En la clínica se impone un análisis global que incluya la mayor información posible para no someter a tratamiento a alguien, que quizá necesita un lugar dónde sentirse seguro. El mundo que nos toca vivir no brilla por su cordialidad y cuando esto acontece, todos dudan de todos. Es correcto, tomar precauciones, para evitar males mayores, lo que no nos podemos permitir como psicólogos, es estigmatizar a semejante alguno. No en la clínica psicológica. Tal vez, por ello, llegar a un diagnóstico, implica un tiempo. Las interpretaciones de los test también. Requieren mucho esfuerzo y dedicación, porque lo que está en juego, es nada más y nada menos que la vida de una persona.
Se sabe, la influencia que puede ejercer en un pequeño hacerlo sentir menos simpático que sus compañeros de clase, la incidencia de un mandato para desarrollar u obstaculizar su futuro. Los excesos son nocivos siempre. Creerse un rey como pensarse un inútil, en la justa medida (parafraseo a Aristóteles) está la cuestión. ¿Fácil? No. ¿Qué hacemos? ¿Nada? No. La media suele equipararse a la justicia y la justa interpretación requiere un trabajo intenso. De eso se trata el ser del psicólogo, si se me permite ontologizar a la profesión.

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NOTAS:
[1] Citado por Thieghi, Tratado de Criminología, Editorial Buenos Aires, 1996, pág. 208. 
[2] Adams y Víctor, 335 y 336, citado por Thieghi, Tratado de Criminología, Editorial Buenos Aires, 1996, págs. 211 y 212.

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