EDITORIAL
EL LEGADO MÁS VALIOSO
“No dejaremos un imperio
No dejaremos fama ni fortuna
Dejaremos algo valioso
Dejaremos ríos y mares.
Bosques y Parques
Dejaremos las estrellas y la luna
A quienes lo hereden, solo les pedimos que lo disfruten...
y lo sigan cuidando.”
Los derechos humanos de los niños y jóvenes se encuentran explícitamente enunciados en la Convención sobre los Derechos del Niño, uno de los pactos más ampliamente ratificado en la historia. También están plasmados en otros documentos internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en diversos tratados.
Entre estos derechos hay tres que se encuentran íntimamente relacionados, son fundamentales para el desarrollo de la persona humana y son motivo de este artículo: gozar de un medio ambiente sano y saludable, el pleno acceso a la salud y el derecho a la educación.
Si bien en los papeles están reconocidos como derechos universales e inalienables, tal y como están planteadas las cosas y a juzgar por el devenir de los acontecimientos en el mundo en general y en nuestro país en particular, para una parte de los niños y jóvenes de hoy y con alta probabilidad para los que nacerán en los próximos años sólo son expresiones de buenos deseos, toda vez que ellos heredarán una Tierra con grandes problemas climáticos y ambientales.
En su reciente encíclica “Laudato Sí – Sobre el Cuidado de la Casa común” Francisco advierte “… a las próximas generaciones podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad. El ritmo de consumo, de desperdicio y de alteración del medio ambiente ha superado las posibilidades del planeta, de tal manera que el estilo de vida actual, por ser insostenible, solo puede terminar en catástrofe”. Y se pregunta… “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan…?”
La respuesta tiene múltiples implicancias porque conlleva a replantear la cosmovisión general del mundo y de la vida en la cual están implícitos los valores y por supuesto no escapa nuestra manera de actuar sobre el medio ambiente.
Entre los principales factores que amenazan nuestra biósfera podríamos mencionar la degradación de la biodiversidad (flora y fauna), el agujero en la capa de ozono, el cambio climático que trae aparejado situaciones extremas de temperatura y precipitaciones que se repiten cada vez con mayor frecuencia y van modificando las condiciones de vida de los diferentes ecosistemas, la degradación y desertización de los suelos producto de la deforestación, de la agricultura intensiva y de los monocultivos, la contaminación del aire, agua y suelos, por mencionar sólo algunos de los problemas más graves con que se enfrenta la humanidad.
Pensar en las próximas generaciones nos obliga a actuar hoy, alejándonos del individualismo y del sólo interés por el «aquí y ahora». La gran paradoja es que el Hombre actual ha sido capaz de generar significativos avances científicos, enorme desarrollo tecnológico pero está dejando su único hogar al borde del colapso.
A nivel internacional los avances parecen ir mucho más lento que la demanda de los tiempos. Es necesario “tomar el toro por las astas”, alcanzar consensos mundiales que fijen compromisos, marcos regulatorios globales y controles universales a ser cumplidos invariablemente por todos los Estados.
Los últimos días de septiembre se reunirá una vez más la Asamblea General de Naciones Unidas. Los Estados miembros han acordado una agenda con 17 objetivos para el desarrollo sostenible para los próximos 15 años, “centrado en la persona y sensible al planeta”. Es de esperar que la misma sea aprobada en esa oportunidad.
Pero estos deben dejar de ser meros gestos declarativos para pasar a la acción concreta que significa por ejemplo programar una agricultura sostenible y diversificada, reemplazar progresiva y aceleradamente el uso de los combustibles fósiles por la utilización masiva y racional de energías renovables no contaminantes, pasar a una gestión adecuada de los recursos forestales y marineros y asegurar el acceso al agua potable de manera universal.
Se requiere que en forma simultánea y paralela cada Estado asuma su responsabilidad encaminándose en la planificación a largo plazo, coordinando políticas y monitoreando su propio territorio, dejando de lado las medidas cortoplacistas que sólo se focalizan en acciones puntuales, de escaso alcance y pobres resultados.
Para ello es imperioso alcanzar consensos internos y acuerdos surgidos de mesas de trabajo donde estén representados todos los sectores y actores sociales dando protagonismo a la verdadera democracia participativa, de manera de dotar a las instituciones de mejores y más eficientes prácticas.
Otra de las claves para ayudar a los niños y jóvenes de hoy, adultos del mañana a enfrentar estas cuestiones es la educación. Que ellos comprendan los principales temas que aquejan al planeta, a su región y a su país contribuirá a generar líderes consustanciados, informados y formados en estas causas, con capacidad transformadora y de dar respuesta a los problemas ambientales.
En estas transformaciones la imaginación y la creatividad son herramientas a las que ellos apelan con tanta naturalidad como a los medios digitales de los cuales son nativos, pudiendo contribuir con campañas de promoción virtuales, videojuegos que creen conciencia ambiental desde la primera infancia, formulando cabildeos a las empresas para cambiar patrones de producción, impulsar movilizaciones, etc.
Todo es posible, pero solo un pueblo de pie, dispuesto a ejercer el poder soberano que como mandantes habilita la democracia, es capaz de producir la suficiente presión para que estas demandas formen parte de la agenda pública de mediano y largo plazo, organizándose, asumiendo compromisos colectivos y exigiendo a las autoridades y a los dirigentes que se avengan a debatir en profundidad y a planificar sobre estas grandes cuestiones para y por el futuro de las próximas generaciones. De lo contrario, los mandatarios continuarán mirando para otro lado y actuando con la política del Gran Bonete - “Yo señor, no señor”-, mientras la comunidad seguirá aceptando estar “presa” del oportunismo electoral de corto plazo.
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