NOTA DE TAPA
APOSTAR AL FUTURO
Escribe: Lic. MÓNICA RODRIGUEZ - Dirección
Aunque no nos percatemos, el mundo vive una revolución tan o más potente en cuanto a las transformaciones que está produciendo que la revolución agraria que convirtió al hombre en un ser sedentario o la revolución industrial que modificó no sólo los sistemas de producción sino la organización social en todas sus dimensiones y gran parte del mundo conocido por ese entonces.
La de hoy es la revolución del conocimiento y la acumulación de ese conocimiento determina la capacidad para innovar en un entorno de facilidades crecientes de acceso a la información y a las comunicaciones.
Por eso, la mayor riqueza de un país es el capital intelectual de los habitantes que residen en él.
Recientemente hemos podido participar de la Presentación del Informe sobre el Desarrollo Mundial 2015 “Mente, Sociedad y Conducta” realizado por el Banco Mundial en la cual también participó el Dr. Facundo Mannes, Rector de la Universidad Favaloro y especialista en neurociencia.
Como él muy bien explicó, esta realidad pone al cerebro en el centro de la escena. Un órgano que décadas atrás conocíamos muy poco, pero que desde la neurociencia se están haciendo aportes para dilucidar algunos de los misterios que encierra.
La neurociencia es una rama de la ciencia que intenta explicar con evidencia científica como funciona nuestro cerebro en sus diferentes niveles, desde el molecular hasta el desempeño de la mente en el nicho social en que vivimos. También intenta descubrir la fisiología de numerosas enfermedades neurológicas que hoy son la principal causa de discapacidad a nivel mundial. Para ello se vale del trabajo en equipo de especialistas de las más diversas disciplinas: matemáticos, psiquiatras, neurólogos, psicólogos, sociólogos, físicos, politólogos, químicos, etc.
El homo sapiens sapiens “disfruta de un cerebro que tiene millones de años de evolución y en todo ese período desarrolló un sistema de toma de decisiones que no es tan lógico y racional como pensamos porque la mayor parte de las veces es automático, no llega a la conciencia, está basado en experiencias, en memorias y en emociones previas inclusive de nuestros antepasados y cambia según el contexto. Obviamente que a veces tomamos decisiones racionales, deliberadas y explícitas pero eso requiere energía y no podríamos hacer todo lo que hacemos si permanentemente estuviéramos evaluando cada decisión.”
En la presión evolutiva el hombre se fue apartando del resto del mundo animal, y la “pregunta del millón” es: ¿Qué contribuyó a diferenciar y a desarrollar al cerebro humano? Hay cierto consenso científico en que un conjunto de características como el carácter bípedo, el lenguaje, la memoria, la compleja interacción social y la capacidad de engaño táctico contribuyeron a la evolución de la especie humana.
El hombre es por naturaleza un ser social, a tal punto que está comprobado que aquellos que viven aislados tienen mayores probabilidades de desarrollar algunos tipos de enfermedades neurológicas como el Alzheimer, y de morir más tempranamente que quienes viven socialmente integrados.
En esa vida en sociedad, el ser humano desarrolla modelos cognitivos - representaciones internas del mundo exterior – que están facilitadas por el pensamiento automático y las emociones.
También se sabe que el cerebro se desarrolla desde la gestación hasta los 20 años. Si en ese período la persona no recibe el suficiente “alimento” entendido éste en el más amplio sentido de la palabra, desde los nutrientes indispensables, la educación, la cultura, el estímulo socio-afectivo y cognitivo que le permitan desarrollar un contexto creativo, ese ser humano será altamente vulnerable y se constituirá en una hipoteca social para el desarrollo.
Considerando estos avances del conocimiento científico y siendo consientes que las empresas privadas y los especialistas en comercialización ya vienen recorriendo este camino desde hace bastante tiempo, el Banco Mundial preparó el Informe sobre desarrollo Mundial 2015 titulado “Mente, Sociedad y Conducta”. El mismo intenta reflejar que “si se presta atención al modo en que los seres humanos piensan (los procesos de la mente) y al modo en que la historia y el contexto configuran el pensamiento (la influencia de la sociedad) se puede mejorar el diseño y la implementación de políticas de desarrollos que se centren en la elección y la acción”. Para decirlo en otros términos, a partir de la comprensión de la conducta humana, se pueden mejorar las políticas públicas que atiendan los principales problemas del desarrollo (pobreza, finanzas domésticas, productividad, salud y cambio climático). Lo importante no es sólo qué política se implementa sino cómo se implementa. Para ello el hombre debe ser tomado como sujeto y centro de todas las medidas a adoptar.
Esta nueva mirada exige también que los profesionales, técnicos y las organizaciones se aparten de sus propios “sesgos” y establezcan diagnósticos certeros apegados a la realidad, teniendo la capacidad y flexibilidad de realizar los cambios necesarios en la implementación de las políticas a partir de revaluaciones periódicas.
A veces sólo se trata de introducir pequeñas modificaciones en cómo se implementan las políticas y esto lleva a cambiar radicalmente los resultados. Algunas herramientas pueden ser:
- Simplificar los mensajes
- Usar recordatorios
- Establecer mecanismos de compromiso
- Incentivos sociales
- Mensajes educativos o que apelan a las aspiraciones, presentados de modo didáctico y entretenido.
Argentina tiene la capacidad, la oportunidad y las herramientas para subirse al tren del desarrollo. Para ello como sociedad debemos ser capaces de poner estos grandes temas en la agenda nacional sin más dilaciones, trabajando en equipo para generar la sinergÍa colectiva a partir de un conocimiento distribuido, del debate, del consenso, con el poder necesario para poner en práctica una propuesta de desarrollo con audacia innovadora que nos permita realizar las necesarias transformaciones, reconociendo y revalidando las políticas que han sido acertadas, porque en definitiva el desarrollo lo hace la gente, las personas de carne y hueso que pisan la tierra diariamente, que sienten cotidianamente que el progreso está ahí, pero que se les escapa, en parte porque no tienen el saber necesario en el mundo de hoy, en parte porque no tienen el poder para cambiar las cosas y principalmente porque no han descubierto que el saber y el poder colectivos no son sino las dos caras de una misma moneda.
Tenemos un enorme desafío por delante: establecer un nuevo paradigma proyectando un futuro a largo plazo, pensando en las próximas generaciones y no tan sólo en un presente acotado donde el debate esté centrado en las próximas elecciones.
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