martes, 24 de marzo de 2015

LA OPINIÓN DE ESPECIALISTAS

AUTOCONOCIMIENTO

EL PROPIO PROCESO DE VALORACIÓN

Escribe: Counselor SILVIA SAI

Como compartí con ustedes en la edición anterior, Counseling es una disciplina de ayuda con la intención de acompañar a las personas en su proceso de crecimiento, desarrollo y despliegue de sus potencialidades.
Creo que es interesante comenzar por entender cómo es nuestro proceso, nuestro devenir en la vida desde el momento en que nacemos. Y con esto me refiero en primera instancia, al bebé, quien desde un principio posee claro su enfoque de valores: prefiere algunas cosas y experiencias y rechaza otras. Naturalmente prefiere las experiencias que mantienen, mejoran y ejercitan su organismo, rechazando las que no cumplan con dicho fin. Por lo tanto, podemos decir que su proceso de valoración –elección-, es flexible y cambiante; utiliza la sabiduría fisiológica de su cuerpo, dando por resultado, elecciones de valor que consideraríamos objetivamente buenas.
Él es su propio centro de valoración, sus propios sentidos son los que le proveen la evidencia en que basará sus elecciones, y aún no está influido por lo que las demás personas piensan o por lo que prefieran para él.
Más luego surge un cambio en éste, su propio proceso de valoración: necesitando y queriendo amor, comienza a practicar conductas que produzcan aprobación de los demás. Abandona y entrega su propia e íntima valoración que poseía en la infancia, a su entorno, más aún a aquellos que son personas significativas en su vida, para el logro de dichos fines: cariño y estima, dando como consecuencia su aprender a desconfiar, básicamente, de sus propias vivencias como guía de su conducta, aprendiendo de los otros un gran número de valores concebidos, y adoptándolos como suyos; tal vez discrepando notablemente de lo que su experiencia le dicta.
Por supuesto que padres y personas significativas en la vida de un niño: abuelos, tíos, amistades, docentes, etc. desean lo mejor para él y desde aquí lo educan y acompañan en su crecimiento: que sea, en un futuro, una persona exitosa, querida y apreciada por el mundo… y sin embargo, éstos sean seguramente deseos basados en sus propias expectativas.
Continuando en el tiempo y habiendo “perdido el contacto” con su propio proceso de valoración, este ser humano comienza a sentirse inseguro y fácilmente amenazado en sus valores, aferrándose a los valores de los otros de un modo rígido y/o confuso, alejado de su sabiduría potencial, la de su propio funcionamiento vital y la confianza en sí mismo.
Algunas personas superan, a través de su devenir, esta imagen y evolucionan hacia la madurez psicológica, pueden solos. Otros recurren a una ayuda, a una terapia. Si ésta les brinda las condiciones favorables podrán continuar, a modo de avance en espiral, hacia un enfoque de sus valores en donde participarán la espontaneidad y la fluidez propias del infante, superadas en riqueza gracias a las experiencias vividas a través del tiempo.
Volverá a ser su propia fuente de valoración, prefiriendo las experiencias que, a la larga, mejorarán su calidad de vida logrando el bien-estar, utilizando su aprendizaje y volviendo a confiar en la sabiduría de su organismo.

Les dejo una frase de Friedrich Nietzsche:
“La madurez del Hombre es haber recobrado la seriedad con que jugamos cuando éramos niños”.

Consultas: 15.3605.0309

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